Cuando vamos por la calle rara vez nos fijamos en si el mundo que nos rodea afecta a nuestra salud, por tanto hoy quisiera comentar en qué consiste el ambiente obesogénico. También nos pararemos a comentar si es sólo el ambiente en sí o hay más factores que puedan intervenir.
¿Qué es el ambiente obesogénico?
Un ambiente obesogénico es aquel entorno que produce respuestas psicomotoras en la persona capaces de hacerlo comer aún sin tener apetencia. Es decir, favorecen nuestro deseo más hedónico de comer. Podríamos ejemplificar esto como recorrer un pasillo de un sólo sentido con McDonalds y pastelerías a cada margen. Y sin poder taparnos los ojos, la nariz, la boca… es decir, nuestros sentidos. Existen evidencias científicas de que observar, oler o tocar la comida, tener acceso a ella, estimula las ganas de comer por medio de la liberación de neurohormonas orexigénicas (que generan sensación de “hambre” y “deseo por comer”.
¿Qué influye en el ambiente obesogénico?
Tenemos varios factores. Así como la pérdida de peso es un tema complejo afectado por muchas variables, lo contrario también es afectado por elementos comunes. Podríamos citar las siguientes:
- Disponibilidad de la comida (Food Availabilty). Hace referencia a qué oferta de comida hay (Pitt et al., (2017)). En el contexto de globalización que vivimos las grandes superficies muestran de todo, pero preocupa especialmente la disponibilidad de comida basura y para llevar. Si lo llevamos a un contexto casero, el hecho de tener en casa bebidas azucaradas, zumos o bollería y sus productos puede acabar afectando a la elección consciente de los más pequeños.
- Accesibilidad a la comida (Food Accessibility). Hace referencia al concepto de facilidad con la cual la comida llega a nosotros. La compra online, la mejora en el sistema de transportes o las grandes superficies facilitan la llegada de todo tipo de alimentos. Si lo trasladamos al hogar, el hecho de tener a la vista y a distancia alcanzable alimentos insanos hace posible que la calidad alimentaria y nutricional empeore.
- Asequibilidad de la comida (Food affordability). Hace mención al hecho de poder comprar una comida a precio X u otra a precio Y. La casualidad hace que productos insanos o excesivamente procesdados a menudo sean más baratos por ejemplo que la fruta. Hacen falta políticas estatales para prevenir que el consumo de estos alimentos siga proliferando.
- Estrés. El hecho de tener estrés parece disparar las malas decisiones alimentarias (Sinha et al., (2013)).
- Ejemplo parental. Dar ejemplo a nivel de familia facilita que las nuevas generaciones se adhieran a patrones de alimentación más saludables (Scaglioni et al., (2018)).
Hambre hedónico versus hambre fisiológico
Si tenemos que definir el hambre hedónico sería en pocas palabras “comer por placer o vicio” o parafraseando a la Biblia algo así como el pecado de la gula. Es un mencanismo neurohormonal que genera ganas de comer a raíz de un estímulo sensorial y con potencial adictivo (Lutter et al, (2009). A menudo están implicados alimentos hiperpalatables (Leigh et al, (2018)), ricos en grasa y azúcares (como los ultraprocesados) que favorecen la activación de las vías dopaminérgicas (placenteras). Y volvemos a comer sin fin. De hecho, el mecanismo implicado en la adicción que pueden general tiene analogías con drogas como la cocaína.
Por contra, el hambre fisiológico es aquel que naturalmente sucede porque el cuerpo necesita alimentarse y nutrirse. Se liberan entonces hormonas que provocan ganas de comer (orexigénicas) o las inhibe (anorexigénicas). Este tipo de hambre hasta cierto punto es adaptable, pudiendo hasta cierto punto “silenciarlo”. El ejemplo más claro de esto ocurre en el tiempo de Ramadán. Al cuerpo le gusta bastante eso de ser metódico y el hecho de cambiar nuestra rutina pues trae consigo adaptaciones de este tipo.
Publicidad engañosa
No está el consumidor exento de peligro en los medios nacionales. Es reconocido actualmente que el azúcar libre, las grasas saturadas (sobre todo de cadena larga), las grasas trans o el exceso de sal/ sodio pueden causar perjuicios para la salud. Sin embargo a nivel publicitario las empresas de alimentación han encontrado su Santo Grial particular para que se sigan comprando determinados productos insalubres en base a su exceso: la suplementación vitaminomineral. Un ejemplo: bollería industrial de una marca muy conocida promocionando su contenido en hierro. Otro caso sería reducir un componente a priori insalubre a costa de aumentar otro insalubre (jugar al despiste). Sería el caso de reducir la grasa en productos 0% materia grasa a costa de aumentar el azúcar libre añadido.
Ya que hablamos del azúcar, otra manera de encubrirlo sería utilizando nombre alternativos, formulaciones o moléculas que en esencia tienen la misma función: jarabe de glucosa, dextrinas, malta…
Cultura
El aspecto más controvertido del ambiente obesogénico. Estamos en España, cuna de la Dieta Mediterránea, la más saludable del planeta. Y sin embargo tenemos unas tasas de obesidad alarmantes. Hay disparidad en las tasas de obesidad en función de la latitud en las que nos encontramos. En Galicia, por ejemplo, tenemos un 25% de obesidad. Gustamos de platos XXL o de repetirlos o de abusar de la “sustancia” que sueltan la carne y el embutido. Y en general, la globalización ha hecho estragos poniendo al alcance de todos productos con un grado de procesado muy elevado cuyos ingredientes ya nada tienen que ver con los supuestos en origen. Un ejemplo lo puse en el post anterior sobre la fibra: no es lo mismo la fruta que el zumo de naranja.
Las tradiciones culturas a nivel religioso o socioeconómico también influyen sobre el impacto que estos ambientes ejercen sobre nuestra salud. Por ejemplo, el hecho de no comer cerdo y sus derivados (caso de musulmanes), evitando los cárnicos procesados que han sido relacionados con problemas cardiovasculares o cáncer. O también el hecho de tener acceso a más fruta fresca, vegetales y productos saludables (voy a incidir en que SALUDABLE no implica ECOLÓGICO) a consecuencia de poder hacer un mayor gasto económico.
Como veis, hacen falta políticas de actuación que regulen este tipo de ambiente para conseguir mejoras en la salud pública. Dejar al consumidor solo en su elección puede resultar en un fracaso rotundo en base a su falta de información, conocimiento nutricional y a los engaños a los que se expone día a día.
Ricardo Estévez
NUTRICIONISTA
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