Por norma general, la mayor parte de la población asocia el Parkinson como una patología con alteraciones y síntomas puramente físicos. Sin embargo, y debido al impacto que produce la enfermedad y las regiones cerebrales afectadas, un alto porcentaje de enfermos con Parkinson presentan alteraciones emocionales, cambios de conducta y síntomas neuropsiquiátricos.
Síntomas que en muchos casos son difíciles de comprender por parte del enfermo, su familia y entorno más cercano. Lo que interfiere directamente en el proceso de neurorehabilitación y en la calidad de vida del enfermo y su familia.
Y es que a pesar de lo que se cree, las alteraciones del estado de ánimo, es decir, la salud mental del enfermo, puede limitar el día a día de forma más relevante que las propias limitaciones físicas.
Por ello, es importante detectar cambios o molestias que esten ocurriendo. Ya que esto va a permitir determinar si éstos tienen relación o no con la enfermedad, la medicación o el propio proceso de adaptación a la misma. Permitiendo así tomar las medidas terapéuticas oportunas según cada caso.
Pero, ¿Porqué se producen estas alteraciones?
Como es lógico, recibir el diagnóstico de una enfermedad neurodegenerativa, no es fácil. Adaptarse a esta nueva situación y a las limitaciones físicas que aparecen en un primer momento suele ser algo complicado. Por este motivo es frecuente que el enfermo se entristezca o preocupe por su futuro.
Sin embargo, esta situación no debería preocuparnos mientras que no se prolongue en el tiempo y la persona no se muestre excesivamente nerviosa, triste o con demasiadas preocupaciones que generen problemas de convivencia. Ya que en este caso, el origen no suele ser debido unicamente a la preocupación por la noticia. Sino mas bien, debido a la propia degeneración neuronal que se produce como consecuencia de la enfermedad.
Y es que las regiones cerebrales que se encargan de generar emociones y de utilizar estas para relacionarse con el mundo exterior se ven afectadas desde fases iniciales de la enfermedad. Por ello, no es de extrañar que al verse afectados los neurotransmisores más importantes para el control emocional (dopamina, serotonina y noradrenalina), el enfermo presente cambios en su estado de ánimo y conducta.
¿Y qué se debe hacer?
Conocer mejor la enfermedad y tomar las medidas terapéuticas lo antes posible puede hacer que un enfermo mejore en gran medida su situación o por el contrario empeore.
Por ello, es importante comunicar cualquier cambio en el estado de ánimo y/o conducta que se aprecie bien por el enfermo o su familia. De esta forma, el neurologo junto con el médico de atención primaria podrán establecer el tratamiento farmacológico más adecuado. Permitiendo así el aumento de la cantidad de estos neurotransmisores a nivel cerebral que junto a la ayuda y apoyo psicológico van a permitir una mejora en la calidad de vida del enfermo.
Por ello, no dudes en buscar ayuda y comunicar tu situación. Ya que la mejor forma de conseguir un control de la enfermedad es a través de ti mismo.