El progresivo incremento de la esperanza de vida, acompañado del aumento del número de personas mayores con graves dependencias. Han provocado en nuestro país, y más concretamente en Galicia, el aumento del número de años vividos con un alto grado de discapacidad en la vejez. Como consecuencia de ello y debido al estado en el que se encuentran en la actualidad el sistema público para la Autonomía y Atención a la Dependencia (SAAD). Un gran porcentaje de personas mayores con grave dependencia y sus familias, no cuentan en la actualidad con la posibilidad de recibir la prestación o servicio adaptado a sus necesidades.
Debido por un lado, al estado en el que se encuentra en la actualidad el sistema (largas listas de espera y paralización del sistema de ayudas a la dependencia en adultos). Y por otra parte, a que en muchos casos, los servicios o recursos ofrecidos son mínimos, o no ayudan a mejorar la calidad de vida de la persona y su familia.
Provocando en un gran número de familias, la necesidad de internar a su familiar en un centro residencial, a pesar de no estar de acuerdo en ello; o a prestar la atención en el propio domicilio de manera inadecuada, debido a la falta de formación y conocimientos acerca de la correcta atención y cuidado del familiar a cargo.
¿Y ante esto que puede hacer una familia?
La dependencia de una persona mayor puede obedecer a múltiples causas y, de hecho, la pérdida más o menos importante de la autonomía personal y la necesidad de ayuda de otra persona para poder desenvolverse en la vida diaria, casi siempre viene condicionada por más de un factor.
No obstante, e independientemente del tipo de enfermedad y el grado de afectación de la misma, la mayor parte de los casos de dependencia en personas mayores son consecuencia de problemas médicos mal manejados o no tratados a tiempo.
Prevenir o revertir el paso del deterioro a discapacidad, y de discapacidad a la invalidez, es posible mediante un tratamiento de rehabilitación adaptado a las necesidades individuales de cada persona mayor y su familia.
Porque pese al dicho popular:
“Ya no hay nada que hacer” o “la única solución es que acuda a un centro para que lo cuiden”.
Siempre hay algo que se puede hacer para mejorar la calidad de vida de la persona mayor.
¿Y como hacerlo?
En primer lugar, es de vital importancia la búsqueda de ayuda externa a través de profesionales sanitarios del campo de la rehabilitación, que permitan dar una atención terapéutica tanto a la persona mayor como a su entorno familiar más cercano.
Permitiendo de esta forma garantizar la máxima autonomía posible de la persona mayor, con el menor riesgo de accidentes. A la vez, que se disminuya y/o mejore las complicaciones inherentes provocadas por la inactividad prolongada en aquellos casos en los cuales la dependencia ya este instaurada.
Todo ello acompañado por un asesoramiento y formación a la familia, en cómo debe ser el cuidado y atención del familiar a cargo.
Lo cual, permitirá reducir la sobrecarga del cuidador, a la vez que se disminuyen roles familiares que fomenten la situación de dependencia (sobreprotección, anticipación de las necesidades del paciente y exceso de demanda por parte de la persona afectada).
Lo cual permite la consecución de la máxima independencia de la persona mayor durante el mayor tiempo posible y la atención correcta de la misma por parte de su familia.
Por ello, busquen ayuda profesional y tengan en cuenta que sus actitudes y la forma de comportarse influyen directamente en el grado de autonomía de la persona.
“Porque al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años”. Abraham Lincoln.
NATALIA OTERO PAZOS
Graduada en Terapia Ocupacional
Especialista en rehabilitación neurológica