En los últimos tiempos el gluten ha cobrado importancia en el glosario popular debido en parte a la mejora en el entendimiento de la enfermedad celíaca y su divulgación y a otra parte por la escalada creciente de modas y mitos erróneos respecto al gluten. Vamos a realizar una serie informativa en varios días sobre esta molécula y las verdades o mentiras que se cuentan sobre ella.
¿Qué es eso del gluten y la enfermedad celíaca?
El gluten, según la FAO en su Códex Alimetarius (CODEX, 2008) se define como “una fracción proteínica del trigo, el centeno, la cebada, la avena o sus variedades híbridas y derivados de los mismos, que algunas personas no toleran y que es insoluble en agua y en 0,5M de NaCl (la sal de mesa, para que nos entendamos). El 50% del gluten está constituido por prolaminas, unas proteínas insolubles en agua de función de reserva energética y de sustratos para la semilla del cereal y que son las principales causantes de la enfermedad celíaca. En el gluten del trigo, la principal prolamina de interés es la gliadina. También hay gluten en centeno, cebada, maíz o avena.
La enfermedad celíaca, por su parte, está definida como una enfermedad sistémica autoinmune producida por la intolerancia permanente a una secuencia de aminoácidos (prolaminas tóxicas) mediada por células T (un tipo especial de glóbulo blanco que nos protege a nivel inmunitario). En su locura, estos glóbulos blancos también atacan la mucosa intestinal mediante la acción de Inmunoglobulinas A principalmente. Se detecta así en suero la aparición de estas inmunoglobulinas, que reflejan la condición celíaca, o también se puede diagnosticar la enfermedad mediante biopsias de intestino delgado proximal para observar la atrofia consecuente de la mucosa intestinal.
Tipos de enfermedad celíaca
Según sus síntomas y evolución, la celiaquía se puede presentar de 4 formas diferentes (Vaquero et al. 2015):
•La forma típica (clásica o sintomática)
•Otra modalidad atípica (subclínica o monosintomática)
•Las clases silentes o asintomáticas y latentes
•Forma clínica asociada a grupos de riesgo
La forma típica se presenta sobre todo en niños menores de dos años y se caracteriza por sus severas lesiones intestinales. Se genera una malabsorción nutricional, con pérdidas de proteína y grasa en heces, intolerancia a la lactosa y diarrea osmótica. Los tests serológicos son positivos y la mucosa intestinal está muy dañada y atrofiada.
Refieriéndonos a la forma atípica o subclínica, en este caso se presenta más tarde en el tiempo que la típica, y con una mayor levedad e intermitencia de los síntomas (cuando los hay, puesto que muchos son asintomáticos), con una repercusión nutricional menos relevante. Se observa daño en la mucosa y los tests serológicos son positivos.
La forma silente se caracteriza por cursar sin síntomas claros durante varios años pero presentando atrofia de las vellosidades intestinales. Otro tipo de celiaquía no clásica es la forma latente, en la cual el paciente presenta o no síntomas pero la mucosa intestinal está normal. Sin embargo evoluciona en atrofia de vellosidades intestinales con el tiempo. La vigilancia debe ser un factor a tener en cuenta en ambos tipos. Son tipos que se presentan en adultos sobre todo.
La forma clínica asociada a grupos de riesgo se basa en la situación de personas que padecen determinadas enfermedades que preceden o se manifiestan simultáneamente a la enfermedad celíaca. Ya que la enfermedad celíaca se manifiesta con mayor frecuencia en estas personas, estamos ante grupos de riesgo. Entre estas enfermedades están la dermatitis herpetiforme, la diabetes mellitus tipo I, el déficit selectivo de IgA, el síndrome de Down, enfermedades hepáticas y tiroideas. También ser familiar de primer grado de un paciente celíaco constituye un grupo de riesgo, pues la prevalencia de celiaquía en este caso es del 10-20%, manifestándose de manera asintomática o con síntomas leves.
Enfermedades asociadas al gluten
Paralelamente a estas formas principales de presentación de la enfemedad celíaca, también existen dos patologías asociadas al gluten: por un lado la alergia al trigo y por otro una enfermedad conocida como “sensibilidad al gluten no celíaca” (NCGS).
Alergia al trigo
En el caso de la alergia al trigo, el gluten poco tiene que ver. Esta condición es como todas las alergias una reacción de hipersensibilidad debido al contacto con el trigo y sus proteínas. Esta reacción es mediada por la inmunoglobulina E. Es bastante rápida y sucede a los pocos minutos de exposición. Su prevalencia poblacional en cambio es muy baja (0´1%) (Jiménez Ortega et al. (2016)). Midiendo la inmunoglobulina en sangre o provocando la reacción se puede diagnosticar esta patología. Sus efectos dependen de la vía de contacto con el trigo. Ésta puede ser digestiva, respiratoria o cutánea. Sus síntomas incluyen urticarias, vómitos y/o diarreas y rinitis o síntomas respiratorios como puede ser el asma.
Sensibilidad al gluten no celíaca (NCGS)
En esta condición, la exposición a las prolaminas del gluten desencadena síntomas como diarrea y dolor abdominal agudo. En este caso, la enfermedad se define como una condición que sin ser alérgica ni autoinmune, conlleva síntomas similares a los observados en enfermedad celíaca una vez que se consume gluten (Igbinedion et al., 2017). La presencia de gluten según Igbinedion et al. provoca a su vez un cambio en la población bacteriana intestinal o disbiosis. Este cambio se ha propuesto también como mecanismo desencadenante de la sintomatología observada
Lógicamente la sintomatología mejora cuando se retira el gluten de la dieta y reaparece si se reintroduce. La NCGS comparte gran parte de sus biomarcadores con la enfermedad celíaca. Sin embargo, no se identifica con atrofia o daño en las vellosidades intestinales. Esto hace que la identificación de esta sensibilidad al gluten no celíaca resulte una tarea complicada. La clave para entender este sensibilidad al gluten podría no recaer precisamente en el gluten. Podrían ser los fructanos, una clase de moléculas comprendidas dentro del grupo de los monosacáridos, disacáridos, oligosacáridos y polialcoholes fermentables (FODMAPs). Estos fermentan en el intestino y producirían estos síntomas.(Skodje et al., 2018).
Ricardo Estévez
NUTRICIONISTA
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