A día de hoy todavía recuerdo con exactitud mi primer día de trabajo en una residencia. Como terapeuta ocupacional inexperta, acudí con ilusión y esperanza por aportar lo mejor de mí. No obstante, había algo con lo cual yo no había contado. Y es que a pesar de ser contratada para promocionar e intentar mantener la autonomía de los residentes. Así como para formar y coordinar al equipo humano de atención directa. La propia dinámica y organización del centro y las condiciones del personal no me lo permitían.
¿Y ésto a que se debía?
A pesar de lo que nos quieran vender en la actualidad. A día de hoy las residencias han pasado de ser centros residenciales. A convertirse en centros asistenciales que proporcionan atención y cuidados básicos a personas mayores o adultos con graves dependencias.
Y muchos de vosotros pensareis, ¿Y cuál es el problema?.
El problema es que la atención y cuidado que precisan los actuales residentes requiere de mayores ratios de personal de atención directa. Aspecto que no se suele cumplir en la mayor parte de los centros. Así como de mayor formación y coordinación por parte del personal y dirección de la residencia. A lo que se le debe sumar una adecuada organización del centro y turnos de trabajo adecuados.
¿Y esto que implica?
Todo ello provoca que los tiempos establecidos y el número de profesionales para atender a los residentes sean muy inferiores a los realmente necesarios. Lo que da como consecuencia una inadecuada atención al residente. Un claro ejemplo de ello se produce tanto a la hora de levantar al residente de la cama como para acostarlo.
En la mayor parte de las residencias, por no decir todas, el tiempo de atención individualizada por parte del personal de atención directa es en torno a ocho o diez minutos por residente. Independientemente del grado de autonomía o dependencia que tenga la persona.
Lo que provoca que no se pueda garantizar una asistencia de calidad. A la vez que no se pueda mantener la dignidad, el respeto y la máxima autonomía posible de cada residente.
Asimismo, a todo esto se le debe añadir los turnos de trabajo exhaustivos. Así como el ritmo de trabajo al que están sometidos el personal de atención directa (principalmente auxiliares de enfermería).
Así como la falta de conocimiento que dicho personal tiene del estado de salud de la persona a la que atienden.
“¿Te imaginas lo que es atender a una persona dependiente a lo que no sabes que le sucede?, ¿Y tenerla que levantar, asear/duchar, vestir y arreglar en 10 minutos?”
Con esto no quiero decir, que sea necesario que una auxiliar de enfermería se lea la historia clínica de cada residente. Sino que deberían contar con una serie de conocimientos mínimos sobre:
- Enfermedades más relevantes que padece la persona.
- Tratamientos farmacológicos que puedan afectar al estado de ánimo, funcionalidad, conducta, etc.
- Grado de autonomía: capacidad que tiene la persona para realizar de forma satisfactoria las diferentes actividades de la vida diaria.
- Grado de dependencia: limitaciones físicas o cognitivas que presenta la persona para participar de forma correcta en las diferentes actividades de la vida diaria.
¿Y que sucede con el personal técnico de las residencias?
A día de hoy, todavía son muchas las residencias, en las cuales el personal técnico brilla por su ausencia. No obstante, y debido a los cambios exigidos por las actuales legislaciones. En la actualidad, son cada vez más los centros que cuentan con personal técnico del área de la salud.
Sin embargo, el que exista un único profesional de cada área encargado de atender a todos los residentes del centro. Independientemente del número de personas que vivan en la residencia, así como de su grado de dependencia. Supone al fin al cabo un querer y no poder.
¿Y ante esto que se puede hacer?
Bajo mi humilde opinión las residencias siguen siendo a día de hoy un medio de respuesta necesario para muchas personas. Sin embargo, estas deberían ser lo que su propio nombre indica. Una casa donde conviven y residen, sujetándose a determinadas normas, personas afines debido a la edad o estado de salud. En la cual se proporciona cuidado, asistencia y atención especializada a través de personal altamente cualificado. Mediante sistemas organizativos que permiten mantener el mayor tiempo posible la dignidad, el respeto y la autonomía de cada residente.
Sin embargo, la solución económicamente y socialmente hablando, no es tan sencilla.
Por ello, a día de hoy las residencias siguen siendo una necesidad, pero no una elección. Y es que personalmente no me sorprende. Ya que una cosa es la fachada que se vende. Y otra muy diferente el día a día de quienes viven y trabajan allí.