Una noticia publicada el 16 de abril de este año, en La Voz de Galicia, mostró el descontento que provoca en los padres el aumento de vegetales en el menú escolar. Según su criterio, se está administrando un exceso de frutas y verduras a los más pequeños, lo que les lleva a pensar que los podrían estar introduciendo al vegetarianismo. Parece que están de acuerdo en que se consuman vegetales, pero no en exceso. Pero… ¿cuánto es para ellos “un exceso”?
En este artículo daremos explicación a esta y más inquietudes que pueden surgir a partir de la noticia.
¿EXISTE CONOCIMIENTO SOBRE NUTRICIÓN?
Actualmente, el conocimiento sobre nutrición en los hogares es: mínimo; basado en falsas creencias y/o mitos; o sólo se tienen en cuenta las preferencias y gustos de los más pequeños, sin ningún otro tipo de criterio. Ésta situación es la que lleva a tener opiniones erróneas sobre la materia.
Asimismo, muchas veces los padres tienen como costumbre dar de recompensa, por un buen comportamiento, “alimentos” indeseados o insanos, como pueden ser gominolas o chocolatinas. No se le da más importancia, pero con ese simple hecho, el niño asocia ese tipo de “alimentos” como buenos y accesibles si su comportamiento es el adecuado. Cuando realmente, no tendrían que estar presentes en su alimentación en ningún caso.
Por otro lado, la idea de “alimentación saludable” está alterada. Como se puede ver en la noticia, los padres tienen una imagen equivocada del “exceso” de vegetales. Exponen que: los comedores escolares suministran un primer plato a base de verduras; un segundo con acompañamiento de las mismas; y como postre, una fruta. Realmente, el hecho de que todos los platos tengan presencia de las verduras, no significa que se esté administrando una dieta vegetariana, tal y como hacían referir los padres. Sólo por el simple hecho de que el concepto “vegetarianismo” está definido por la RAE como “régimen alimenticio basado principalmente en el consumo de productos vegetales, pero que admite el uso de productos del animal vivo, como los huevos, la leche, etc.”. Por lo tanto, la dieta del comedor escolar no entraría en esta categoría, pues los niños/as también comen carne estofada.
Además, no tienen en mente un modelo de alimentación saludable correcto, como puede ser el representado gráficamente por el Plato de Harvard (Figura 1).
Figura 1: Representación del Plato de Harvard.
En la anterior representación se puede observar como las verduras y las frutas tendrían que suponer la mitad del plato. De hecho, las recomendaciones hablan de consumir diariamente 5 piezas de frutas y verduras (mínimo 2 de verduras y 3 de frutas), sin contar las patatas u otros tubérculos amiláceos.
Para ello, es necesario que en el comedor, donde se realiza la principal toma de alimentos para muchos niños/as, las frutas y verduras estén en una proporción aceptable.
El comedor forma parte del centro escolar, por lo tanto, un lugar más de enseñanza, pero en este caso, de buenos hábitos alimenticios. Para conseguirlo, se busca (o debería buscar) un equilibrio entre la alimentación saludable y apetecible. De esta forma, estarían consumiendo alimentos de buena calidad nutricional. Ni se enterarían e incluso les parecería divertido. Como consecuencia, acabarían tomándolo como una acción rutinaria más.
¿POR QUÉ FRUTAS Y VERDURAS?
Por un lado las frutas son fuentes valiosas de minerales. En cambio, las verduras suelen tener un contenido mayor en vitaminas. Tanto unas como otras producen llenado gástrico debido a la fibra que portan. En esencia, esto causa que no tengamos hambre a corto plazo. Lo que quiere decir en cristiano que tu hijo no va a asaltar los kitkats de manera recurrente.
Estas vitaminas y minerales son esenciales para el correcto metabolismo de hidratos de carbono, grasas y proteínas. ¿O creías que con darle un zanco de pollo y un poco de arroz llegaba?. Si lo que te preocupa es que tu hijo tenga un exceso de masa grasa, quizás incluir estas ayudas que mejoren su metabolismo sería adecuado.
Además, no hay que olvidar que en plena crisis sedentaria, lo que más vemos los nutricionistas son casos de estreñimiento. La fruta y la verdura ayudarían a paliar esta situación y tu hijo podría realizar sus actividades curriculares y extracurriculares más aliviado y de mejor humor.
En relación con lo anterior, los investigadores de World Cancer Research Fund afirman que el consumo de frutas y verduras disminuye el riesgo de padecer ciertos tipos de cáncer, como son: cáncer colorrectal (por el aporte de fibra) y cáncer aerodigestivo.
Asimismo, el consumo de estos alimentos se asocia con mayor consumo de grasas vegetales beneficiosas para la salud.
¿SE VA A CONVERTIR TU HIJO EN UN BRÓCOLI?
Por supuesto que no. Todo lo contrario, tendrá un físico más atlético y para nada parecido al de un brócoli. Ni su piel se pondrá verde como la de Hulk. Ni será un marciano. Todos ganamos.
Lo que ocurre es que si no le enseñas que puede comer platos en los que impere la verdura por encima de otras cosas va a tener menos flexibilidad a la hora de alimentarse. Y eso, fuera de casa, es un gran problema. Además, si no le presentas la verdura de pequeño pero sí cosas hiperpalatables como el kitkat o el ColaCao… ¿qué crees que pasará?. Efectivamente, que no te va a comer verdura ni aunque le pagues.
CONCLUSIÓN:
Es importante tener en cuenta que según datos oficiales, los índices de obesidad infantil están en aumento. Esto lleva consigo un incremento del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares e incluso diabetes.
Debemos tener en cuenta que estas patologías son muy perjudiciales para la salud. Por lo tanto, se deberían minimizar, en la medida de lo posible, los factores que las causan. Entre los elementos cruciales para combatirla, se encuentran: una alimentación saludable y la realización de actividad física diaria. Es necesario partir de una información fiable y con evidencia científica. Dentro de una alimentación saludable, el primer escalón lo constituyen el consumo de vegetales y frutas en todas las comidas del día (en la medida de lo posible).
Para que fuese ideal, se debería transmitirlo mediante la previa aplicación de buenos hábitos en uno mismo. Así, los más pequeños los tomarán como referencia en su vida cotidiana. De esta forma, obtendremos buenos resultados en su educación y estarán aprendiendo, sin darse cuenta, a cuidar su salud.