Nos situamos en verano y por delante tenemos los días más cálidos del año. Este verano está siendo particularmente inusual en Galicia debido a las tormentas, al exceso de humedad y a las temperaturas suaves. Aún así, no debemos olvidar que la temperatura no lo es todo de cara a perder fluidos y electrolitos. Vemos qué nos sucede en verano y cómo contrarrestar sus efectos.
Pérdidas de agua en verano
A pesar de sufrir temperaturas menos extremas que lo habitual, la elevada humedad y los vientos que nos azotan contribuyen a la deshidratación. Por un lado el calor húmedo genera mayor tasa de sudoración en comparación con el seco. Por otro, la elevada ventilación provoca una evaporación más pronta del sudor. Además, el calor acelera la respiración para eliminar el exceso de temperatura y así es como nos deshidratamos.
Pérdida de peso en verano
Debido a la pérdida de líquidos es normal pesar menos en verano. Pero también tiene su explicación en la mayor activación de vitamina D, que junto con el incremento de actividad deportiva contribuyen a reducir la masa grasa. Es el momento ideal para poner en marcha esos bíceps.
Pérdida de apetito en verano
Es normal en verano comer menos que en invierno. Esto tiene que ver sobre todo con que estamos más distraídos, practicamos más actividad física y no necesitamos reservas para el frío. Esto último se explicaría a nivel fisiológico para combatir el frío en invierno, por el efecto termogénico de los alimentos y el incremento de la grasa parada, que genera calor.
Recuperación de fluídos
Es importante recordar que el cuerpo no sólo vive de agua. Si el sudor es muy salado o deja “costras de sal” puede ser que estemos perdiendo demasiadas sales. La fruta y los frutos secos nos garantizan estos minerales, junto con el agua. Es importante tener en cuenta que no hace falta beber 2 litros al día. Es mejor guiarse por el mecanismo de la sed, piel seca, o si no conseguimos regular nuestra temperatura corporal o nos sofocamos. ¿Qué beber?. Fácil y sencillo: agua, agua con gas (que no gasesosa), café o té con hielo, infusiones frías, leche con canela… Deja los zumos y el alcohol, te deshidratan uno por la carga osmótica y otro por efecto diurético (además el alcohol es tóxico para sistemas como el riñón).
Recuperación de nutrientes
Debido a la elevada actividad física, debemos cuidar nuestra alimentación en verano. Comidas frescas y poco contundentes; pequeñas ingestas y frecuentes. Predominio del carbohidrato. Esas son para mí las claves en verano. Por tanto, podemos probar sopas frías vegetales y gazpachos, ensaladas de pasta y vinagretas para llevar a la playa o la ya clásica tortilla de patata con ensalada mixta. Las ensaladas, como siempre, son un acierto, pero no nos limitemos sólo a lechuga, tomate y cebolla. Introduzcamos algo de grasa saludable con aceitunas o aguacate también.
¿Los hidratos engordan?
Es normal huir de los carbohidratos, es un mito muy extendido. Pero no es cierto que los carbohidratos engorden ni llega a influir en exceso la hora del día en que se consuman. No tengas miedo de incluir algo de buen carbohidrato preferentemente integral en tus comidas. Es el sutrato de más fácil digestión y oxidación. Si quieres comer ligero y estar a tope en verano, no lo pienses más y come. Regenera el glucógeno muscular, mejora la calidad del sueño y provoca adherencia en los platos. Eso sí, como todo, moderación (me remito a las pequeñas colaciones antes mencionadas).
Espero que os haya servido de utilidad esta miniguía. Recordad que la nutrición es un mantenimiento de hábitos no debemos descuidarnos ni en verano. Es normal que nos demos algún capricho en verano (helados, zumo…) y está bien de cuando en vez, pero siempre hay maneras más saludables de “pecar”. Un ejemplo serían los polos de yogur natural o de sandía. Y, sobre todo, aprovechad para vencer al temido sedentarismo.
Ricardo Estévez
NUTRICIONISTA
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